En un giro inesperado de la historia económica, siete países que alguna vez brillaron por su riqueza han caído en la pobreza extrema. Este alarmante fenómeno revela cómo la corrupción, las crisis políticas y las malas decisiones pueden devastar naciones enteras.
Irán, en las décadas de 1960 y 1970, era un ejemplo de prosperidad. Sin embargo, la revolución islámica, unida a sanciones internacionales, llevó al país a un aislamiento económico desastrozo. Grecia, que antes destacaba por su alto nivel de vida, se hundió en la crisis de deuda de 2008, arrastrando a su población a la recesión y el desasosiego.
Tanzania, que brilló en la mitad del siglo XX, se vio atrapada en políticas socialistas fallidas y corrupción tras su independencia del Reino Unido, convirtiéndose en un símbolo de pobreza. Ucrania, antaño próspera gracias a su industria y agricultura, ahora sufre las consecuencias de la corrupción y el conflicto con Rusia, siendo considerada la nación más pobre de Europa.
Líbano, que disfrutó de un auge económico en la segunda mitad del siglo XX, se ha desplomado debido a guerras civiles y un colapso económico devastador. Argentina, que fue un faro de riqueza a finales del siglo XIX, ha sido víctima de inestabilidad política y crisis recurrentes, sumiendo a su población en la miseria. Por último, Rumanía, que alguna vez se destacó por su desarrollo industrial, sucumbió a la mala gestión de sus líderes, llevando a la nación a un colapso económico a finales del siglo XX.
Este dramático cambio de fortuna nos recuerda que la riqueza es efímera. La historia de estos países es un grito de alerta sobre los peligros de la corrupción y la mala gobernanza. La pregunta que queda es: ¿quién será el próximo en caer?