**Título: La Marina de EE. UU. Convierte la BASE AÉREA de Venezuela en un INFIERNO de 1,200 MISILES**
A las 1:30 a.m., las tranquilas aguas del Caribe fueron desgarradas por el fuego y el trueno. Desde las cubiertas de ocho buques de guerra estadounidenses, los tubos de misiles se abrieron, liberando estelas incandescentes en el cielo nocturno. En cuestión de minutos, cientos de misiles de crucero Tomahawk surcaron hacia el este, implacables y precisos, apuntando directamente al territorio venezolano. En Caracas, los operadores de radar se apresuraron a interpretar el caos; las pantallas se llenaron de trazos deslumbrantes y las sirenas resonaron en los centros de comando. Para el liderazgo venezolano, era la pesadilla que siempre habían temido: un poderío estadounidense abrumador descendiendo en oleadas demasiado vastas para repeler.
La magnitud de esta operación es sin precedentes en la historia moderna del hemisferio. Con 1,200 misiles lanzados simultáneamente, el objetivo es desmantelar la defensa de toda una nación antes del amanecer. Este ataque devastador no solo busca neutralizar las capacidades militares de Venezuela, sino que también podría desencadenar una crisis humanitaria y política que repercutiría más allá de sus fronteras.
La razón detrás de tal agresión radica en la geopolítica, los recursos y la ubicación estratégica de Venezuela, a solo 1,300 millas de Florida. Con vastas reservas de petróleo y un papel clave en las rutas de envío, cualquier inestabilidad aquí envía ondas de choque a través de las cadenas de suministro globales. Desde el momento en que se dio la orden de ataque, el silencio del Caribe se convirtió en una sinfonía de destrucción.
Las primeras explosiones comenzaron a las 2 a.m., arrasando la Base Aérea Libertador y dejando a millones en la oscuridad y el miedo. Los hospitales luchan por mantener la energía, mientras que las comunicaciones colapsan y las familias se despiertan en un silencio aterrador, solo interrumpido por el sonido de los impactos. La devastación se extiende más allá de las instalaciones militares, afectando la producción de petróleo y dejando a la nación al borde del colapso económico.
El mundo observa, dividido. Mientras algunos países condenan la agresión, otros ven en ella una oportunidad para desafiar el dominio estadounidense. La pregunta crucial es: ¿qué sigue después del primer ataque? La historia nos enseña que cada intervención militar trae consigo consecuencias duraderas. La guerra con Venezuela podría ser solo el comienzo de un conflicto mucho más amplio.