Un clip secreto proyectado esta semana en el Congreso dejó helados a congresistas, veteranos y periodistas: el 30 de octubre de 2024, un dron MQ-9 Reaper captó un objeto brillante sobre las aguas de Yemen. Lo increíble llegó segundos después: otro dron dispara un misil Hellfire directo al blanco… y el misil rebota. El OVNI se deforma, suelta fragmentos, se recompone y desaparece a toda velocidad, como si nada hubiera ocurrido.
George Knapp, periodista presente en la sesión, no pudo ocultar su asombro: “Es un misil Hellfire golpeando ese OVNI y simplemente rebotó, siguió adelante”. Y no es un comentario menor: los Hellfire fueron diseñados para eliminar tanques y bunkers —objetivos macizos—, y la conclusión fue unánime entre los militares presentes: “Ninguna tecnología conocida del ejército estadounidense sobrevive a eso.”
Testimonios que estremecen
Veteranos y ex-operativos que comparecieron ante la cámara fueron aún más directos. Preguntados por si existe en el arsenal algo capaz de partir un Hellfire y seguir volando, respondieron: NO. El silencio del Pentágono ante las preguntas solo añadió combustible al fuego: ni confirmaciones ni explicaciones. ¿Qué están ocultando?
El congresista Eric Burlison sacó a la vista el video clasificado y la sala se transformó en un escenario de incredulidad. La senadora y los congresistas que interrogaron a los testigos hicieron una pregunta brutal: “¿Por qué se nos impide ver esto?” El cinismo político se mezcló con la indignación: si esto fuera tecnología hostil o una amenaza, el público tendría derecho a saberlo, dijeron algunos. El congresista Moskowitz fue más contundente: “No sé qué es verdad sobre este tema, pero sí sé cuándo nos están mintiendo — y definitivamente nos están mintiendo.”
¿Un objeto que desafía las leyes de la guerra?
El incidente ocurrió en una zona de combate activa, en plena confrontación con ataques hutíes contra navíos y activos estadounidenses. Que un objeto sobreviva a un impacto directo de un Hellfire en un teatro de operaciones plantea preguntas que sobrepasan la simple curiosidad: ¿Estamos ante una tecnología desconocida? ¿Un vehículo experimental rival? ¿Algo no humano?
El video muestra al objeto deformándose brevemente tras 
el choque, soltando pequeños escombros que flotan y luego —asombrosamente— recuperando su forma original y acelerando. Esa secuencia —impacto, fragmentación, reparación instantánea y escape— no encaja en ningún manual militar conocido.
Esto no es una película: es una audiencia real
Esta fue la tercera audiencia del Congreso sobre UAPs en tres años, pero los testimonios y las imágenes proyectadas marcaron un salto: ya no son solo anécdotas de pilotos militares. Son pruebas —clasificadas, ahora parcialmente públicas— que obligan a políticos, militares y al público a mirar de frente una incógnita creciente.
George Knapp lo resumió con brutal honestidad: “El público debería estar viendo esto. ¿Por qué no se nos permite? No lo sé.” Y esa pregunta resonó en la sala, convirtiéndose en el verdadero detonante del pánico y la furia: ¿qué saben realmente las autoridades y por qué guardan silencio?
¿La verdad detrás del rebote?
Mientras el Pentágono guarda silencio, el Congreso exige respuestas y la prensa pide acceso, la cuestión que arde es una sola: ¿Qué es ese objeto y quién lo controla? Hasta que no haya transparencia, esa imagen del misil rebotando contra lo imposible seguirá dando vueltas por la imaginación pública —y la sospecha de que algo muy grande y muy inexplicado está ocurriendo sobre las aguas de Yemen.
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