La madrugada del 23 de marzo de 2011, el mundo lloró la partida de Elizabeth Taylor, la diosa de los ojos violetas que conquistó Hollywood, el lujo y el amor de millones. Tenía 79 años, pero incluso al borde de la muerte seguía envuelta en un halo de misterio. Con su último aliento, se llevó respuestas que nunca podrán confirmarse, pero también dejó entreabierta la puerta a un secreto que durante décadas obsesionó a periodistas, biógrafos y fanáticos: ¿qué la unió realmente al presidente John F. Kennedy?
Desde los años 60 circularon rumores de encuentros clandestinos entre la actriz más deseada del planeta y el presidente más carismático de la historia estadounidense. Elizabeth, marcada por su fama de femme fatale, jamás negó ni confirmó esos susurros, alimentando así el mito. Sin embargo, en los últimos años de su vida, cuando la insuficiencia cardíaca la mantenía aislada y frágil, habría confesado a personas cercanas que “no todos los rumores eran inventados”. Con esa frase, dejó encendido el fuego de la especulación.
Taylor fue mucho más que una actriz; fue un torbellino de pasiones y excesos, con ocho matrimonios, joyas que parecían sacadas de los cuentos de hadas y un compromiso feroz con la lucha contra el VIH/SIDA. Pero detrás del glamour se escondía una mujer que anhelaba amor verdadero y que, según los rumores, encontró en JFK un espejo tan brillante como peligroso. Los cronistas de la época relatan que coincidieron en fiestas privadas de la alta sociedad, donde la tensión entre ambos era imposible de ocultar. Una sonrisa, una mirada sostenida más de lo necesario, una conversación apartada del resto: eran suficientes para que las murmuraciones crecieran.
Algunos aseguran que fue Robert Kennedy quien intervino para cortar cualquier acercamiento, temiendo que un escándalo con Elizabeth se sumara a la larga lista de rumores que ya acechaban a la Casa Blanca. Otros sostienen que Jackie Kennedy estaba al tanto y que, en la fría intimidad de su matrimonio, no se sorprendía de nada. Lo cierto es que la propia Elizabeth, en entrevistas veladas, dejaba frases ambiguas: “Conocí a hombres poderosos. Algunos más humanos de lo que aparentaban”. Para muchos, esa era su manera de reconocer sin revelar.
En sus memorias no hay mención explícita, pero familiares cercanos contaron que, en los últimos meses, Taylor hablaba de “un amor imposible, condenado desde el inicio, pero que me hizo sentir viva”. Esa confesión, mezclada con los archivos desclasificados de la época y la memoria colectiva de Hollywood, aviva la idea de que entre Elizabeth Taylor y John F. Kennedy existió algo más que una simple amistad.
Hoy, a más de una década de su muerte, el eco de esa confesión resuena. ¿Fue Taylor realmente la amante secreta del presidente? ¿O fue solo víctima de la maquinaria de rumores de la época? Tal vez la verdad esté enterrada junto a ella, en el silencio de sus últimas miradas violetas. Pero lo que sí es seguro es que Elizabeth, incluso en sus últimos días, mantuvo vivo el mito: el de una mujer que lo tuvo todo, lo perdió todo y aún así, hasta su último suspiro, fue capaz de hacer temblar la historia con el simple murmullo de un secreto.
👉 Elizabeth Taylor no solo fue un ícono del cine; fue un enigma viviente, y su nombre seguirá asociado a los rumores más atrevidos de Hollywood. Y quizá, entre ellos, se esconda una verdad demasiado incómoda para la historia oficial.