El Papa narró una experiencia personal en la que un matrimonio de educadores teológicos expresó que, al conocer a Jesús, ya no sentían necesidad de la devoción mariana. Esta afirmación le causó tristeza, ya que consideró que prescindir de María es un error que puede llevar a una fe huérfana. Según él, el cristiano no tiene derecho a ser huérfano, ya que María no solo da vida, sino que también educa en la fe.
Francisco enfatizó que la figura de María es esencial para el crecimiento espiritual, comparando una Iglesia sin ella con un orfanato. “María educa, acompaña y toca las conciencias”, afirmó, resaltando su papel en la guía hacia el arrepentimiento y la fe. También recordó que, a lo largo de la historia, devociones populares como la de la Virgen de los Mandarinos en Italia reflejan cómo la madre cuida y protege a sus hijos, incluso en situaciones difíciles.
El Papa cerró su discurso recordando la importancia de refugiarse bajo el amparo de María, especialmente en tiempos de turbulencia espiritual. “Nadie puede prescindir de su madre”, subrayó, reafirmando que la devoción a María es esencial en la vida de todo cristiano. Con sus palabras, Francisco invita a los fieles a reconocer y valorar la maternidad de María, no solo como figura histórica, sino como guía espiritual en su camino de fe.
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