La comunidad del cine mexicano está de luto por la trágica muerte de Nathanael León, el icónico “Frankenstein” del cine de luchadores y vampiros. El actor, conocido por su imponente estatura y mirada siniestra, falleció el 12 de septiembre de 2001, a los 101 años, tras sufrir una devastadora hemorragia cerebral. Su vida estuvo marcada por un ascenso fulgurante en el cine, donde se convirtió en un pilar del género de terror y lucha libre, pero también por desafíos personales que lo llevaron a vivir en las sombras de la industria.
Nathanael, cuyo verdadero nombre era Nathanael Evaristo León Moreno, fue una figura emblemática durante la Edad de Oro del cine mexicano, participando en más de 150 películas. A pesar de su notable carrera, siempre estuvo relegado a papeles de villano, enfrentando críticas y rechazo de colegas que cuestionaban su talento actoral. Sin embargo, su carisma y presencia en pantalla lo hicieron inolvidable, colaborando con leyendas como El Santo y Blue Demon.
La salud de Nathanael se deterioró a lo largo de los años, agravada por su intensa dedicación al ejercicio. Su pasión por el levantamiento de pesas, que había mantenido hasta los 70 años, resultó ser su mayor enemigo, provocando un aumento peligroso en su presión arterial. Durante una consulta médica, sufrió una hemorragia cerebral que resultó en complicaciones fatales.
Su velorio, realizado a puerta cerrada, contrastó con la brillantez de su carrera, reflejando la triste realidad de un hombre cuyas contribuciones fueron olvidadas por la industria. La naturaleza misma pareció rendir homenaje a su deseo de una despedida discreta, con una tormenta estallando justo al finalizar su cremación.
Nathanael León, el inolvidable “Frankenstein”, deja un legado que, aunque eclipsado por el tiempo, aún resuena en el corazón de sus admiradores. Su vida, marcada por la lucha tanto en la pantalla como fuera de ella, es un recordatorio de la complejidad de ser un ícono en un mundo que a menudo olvida a sus héroes.