Desde su elección en 2013, Francisco rompió esquemas: rechazó lujos, optó por vivir en una residencia modesta y se acercó a los más necesitados, convirtiéndose en el “Papa del barrio”. Su legado incluye un llamado constante a la inclusión, la justicia social y el cuidado del medio ambiente, temas que abordó con una voz firme y compasiva. Sus palabras “¿Quién soy yo para juzgar?” resonaron en todo el mundo, desafiando las normas tradicionales de la Iglesia respecto a la comunidad LGBTQ+.