Durante décadas, la música de ABBA fue sinónimo de alegría, celebración y luz. Pero detrás de ese brillo deslumbrante, uno de sus pilares vivía una tormenta silenciosa. A los 78 años, Benny Andersson, el genio compositor y cofundador del legendario grupo sueco, ha hecho una confesión que sacude profundamente el imaginario colectivo: durante los años dorados de ABBA, vivió atrapado en una adicción al alcohol que mantuvo en secreto incluso cuando el mundo lo celebraba como un ídolo.
Con voz pausada pero firme, Benny ha revelado que, durante años, no podía componer, presentarse en público o enfrentar el día a día sin beber. Cada éxito, cada premio, cada ovación… fueron vividos bajo la niebla del alcohol. “No podía funcionar sin una copa. O dos. O varias”, confiesa, sin tapujos, un hombre que ha decidido hablar desde la verdad. Y lo hace no para generar polémica, sino para liberar décadas de dolor reprimido.
El impacto de sus palabras es mayor porque nadie lo sospechaba. Benny, siempre impecable, siempre brillante al piano, parecía tenerlo todo bajo control. Pero, como él mismo admite, “la música fue mi escondite. Mi refugio. Pero también mi trampa. Porque mientras componía himnos que emocionaban al mundo, yo me hundía poco a poco.”
Su lucha no fue pasajera. Durante más de 20 años, convivió con esa dependencia, evitando reconocerla incluso ante sus seres más cercanos. Fue recién en 2001, a los 55 años, cuando decidió dejar el alcohol definitivamente. En 2011, a los 64, habló por primera vez públicamente sobre ello. Hoy, a los 78, se atreve a contar toda la verdad con una honestidad descarnada, como si cada palabra le devolviera un pedazo de paz.
Nacido en Estocolmo en 1946, Benny creció rodeado de música. Desde niño mostró un talento prodigioso, aprendiendo a tocar el acordeón antes que a escribir, y más tarde el piano, instrumento con el que daría forma al sonido inconfundible de ABBA. Su capacidad para transformar emociones complejas en melodías universales lo convirtió en una figura central del pop internacional. Pero ni el reconocimiento mundial, ni los millones de discos vendidos, ni la devoción de los fans lograron apagar la voz interior que lo empujaba a la autodestrucción.
Lo más devastador de su confesión no es solo lo que él vivió, sino cómo esa sombra se proyectó sobre su familia. Su hijo Ludwig también ha enfrentado la adicción, y Benny, con el peso de la experiencia y la culpa, ha compartido conversaciones dolorosas pero necesarias con él. “La adicción se apodera de ti sin darte cuenta”, dice. “Puede que pienses que controlas la situación, pero en realidad eres tú el que está controlado.”
Para Benny, la decisión de dejar el alcohol marcó un punto de inflexión. Desde entonces, no solo ha recuperado su salud, sino también su libertad emocional. El regreso de ABBA en los últimos años, con su innovador show ABBA Voyage, ha coincidido con esta etapa más madura y consciente de su vida, donde ya no hay espacio para máscaras ni silencios incómodos.
Su historia es un poderoso recordatorio de que incluso los íconos más admirados pueden estar librando batallas invisibles. Benny Andersson, más allá del genio musical que es, se muestra ahora como un hombre profundamente humano: vulnerable, resiliente y dispuesto a contar su verdad para ayudar a otros a no sentirse solos. Su legado, por tanto, ya no solo se mide en notas y letras inolvidables, sino también en la valentía de haber enfrentado sus demonios y haber elegido el camino de la sanación.