Evangelina Elizondo, una de las figuras más icónicas del cine mexicano, dejó una huella indeleble en la industria del entretenimiento a lo largo de su vida. Nacida el 29 de abril de 1929 en la Ciudad de México, Evangelina deslumbró por su talento y belleza en la época dorada del cine. Desde pequeña mostró un espíritu soñador, impulsada por una familia que valoraba la educación y las artes.
Su carrera despegó a los 21 años tras conseguir el papel protagónico en la versión en español de “Cenicienta”, lo que la llevó a convertirse en una de las actrices más respetadas de su tiempo. A lo largo de su trayectoria, participó en más de 80 películas y se destacó también como cantante y bailarina, siendo pionera en diversas áreas del arte.
Sin embargo, su vida no estuvo exenta de tragedias. La muerte del actor Ramón Gay, un amigo cercano, fue un golpe devastador que marcó su vida personal y profesional. Más tarde, su relación con el actor y luchador Wolf Ruvinski también se tornó complicada. Se dice que las decisiones de Evangelina en cuanto a sus finanzas llevaron a la ruina económica de Ruvinski, lo que contribuyó a la ruptura de su relación.
A pesar de estos desafíos, Evangelina nunca dejó que las adversidades apagaran su pasión por el arte. En los años 90, demandó a la Walt Disney Company por derechos de autor, estableciendo un precedente en la defensa de los artistas de doblaje. Su legado se extendió más allá del cine, impactando también la televisión con papeles memorables en telenovelas.
A lo largo de su vida, Evangelina se mantuvo comprometida con causas sociales, adoptando a dos niños a través de World Vision y fundando una academia de arte que operó durante 25 años. Falleció el 2 de octubre de 2017, dejando un vacío inmenso en el corazón de quienes la conocieron, pero su legado perdura en cada rincón del arte mexicano. Su vida, marcada por el éxito y la lucha, es un testimonio de resiliencia y dedicación a la creatividad.