Su primer matrimonio, celebrado en 1973, terminó abruptamente cuando su esposa decidió abandonarlo y a sus hijos. A pesar de sus intentos por salvar la relación, Alducín se encontró con un dolor profundo y con un consejo que cambiaría su vida: la separación no fue un acto de adulterio, ya que su exesposa ya había formado una nueva familia. Este hecho lo llevó a cuestionar su fe y su papel como pastor.