Roberto Carlos, el legendario cantante brasileño, ha dejado una huella imborrable en la música latinoamericana. Con más de 80 años, su vida ha estado marcada por la tragedia y el dolor, a pesar de su fama y el título de “El Rey”. Desde sus humildes inicios en Itapemirim, Espírito Santo, donde nació el 19 de abril de 1941, Roberto mostró desde pequeño una inclinación natural por la música, impulsado por su madre, quien le enseñó a tocar la guitarra.
Sin embargo, su vida dio un giro trágico a los seis años, cuando un accidente con un tren le costó parte de su pierna. A pesar de este obstáculo, su pasión por la música nunca flaqueó. A los 11 años, ya tenía su programa de radio y comenzó a presentarse en concursos musicales. A finales de los años 50, se mudó a Río de Janeiro, donde su carrera despegó al unirse a otros músicos y formar varias bandas, convirtiéndose en un ícono de la música brasileña.
Su ascenso a la fama fue meteórico, con éxitos que resonaron en toda América Latina y más allá. A lo largo de los años, Roberto Carlos ha enfrentado numerosas pérdidas personales, incluyendo la muerte de su esposa, Cleonice, y su hijo, Dudu, lo que ha dejado profundas cicatrices en su vida. A pesar de estos desafíos, ha continuado creando música que conecta emocionalmente con su público.
Roberto ha sido reconocido no solo por su música, que ha vendido más de 150 millones de discos, sino también por su influencia cultural. A lo largo de su carrera, ha sido un símbolo de esperanza y resiliencia, actuando incluso en la actualidad, donde su amor por el escenario sigue intacto. Con cada concierto, continúa entregando rosas a sus seguidores, un gesto que refleja el profundo vínculo que comparte con ellos.
A pesar de los retos, la pasión de Roberto Carlos por la música perdura, y su legado sigue inspirando a millones en todo el mundo. En un mundo que ha cambiado drásticamente, su voz y su historia permanecen como un recordatorio de la capacidad del arte para unir y sanar.