La historia de Joaquín Cordero, un ícono del cine mexicano de la época dorada, es un relato de éxito profesional que contrasta con su turbulenta vida personal. Reconocido por su atractivo y su versatilidad actoral, Cordero se convirtió en una figura emblemática, rivalizando con leyendas como Pedro Infante y Jorge Negrete. Sin embargo, detrás del glamour, su vida estuvo marcada por los celos excesivos y la violencia en sus relaciones, especialmente con su primera esposa, la actriz María Elena Márquez.
La relación de Cordero con Márquez estuvo plagada de rumores y episodios tumultuosos que llevaron a su eventual separación. La prensa, siempre atenta a los detalles de la vida de los famosos, contribuyó a la controversia, sugiriendo que Cordero se aferraba a la fama de su esposa. En medio de este caos, surgió su verdadero amor: Alma Guzmán. A pesar de los rumores de romances secretos, su unión con Alma, que duró más de seis décadas, fue un refugio de amor y lealtad.
Cordero, quien nació en 1922 en Puebla, mostró desde joven un interés por las humanidades, pero su verdadera vocación se reveló en el cine a finales de la década de 1940. Participó en casi 200 películas y se destacó en telenovelas y teatro, dejando un legado difícil de igualar. Su intensa pasión por la actuación también se reflejaba en su vida personal, donde las confrontaciones con colegas como Javier Solís y Pedro Infante eran comunes.
A pesar de su éxito, la vida de Joaquín Cordero estuvo marcada por la tristeza tras la muerte de su esposa Alma en 2012. Su hijo, Gabriel Cordero, reveló que Joaquín nunca superó esa pérdida, anhelando reunirse con ella. Cordero falleció en 2012, a los 89 años, dejando un legado de amor, celos y la lucha constante entre la fama y la intimidad. Su historia es un recordatorio de que, a pesar de los logros, las relaciones personales pueden ser profundamente desafiantes.