Israel desarrolló planes para atacar las instalaciones nucleares iraníes que habrían requerido la ayuda de EE. UU. Pero algunos funcionarios del gobierno estadounidense tenían dudas.
Por Julian E. BarnesEric SchmittMaggie Haberman y Ronen Bergman
Julian E. Barnes, Eric Schmitt y Maggie Haberman reportaron desde Washington. Ronen Bergman reportó desde Tel Aviv.
17 de abril de 2025Read in English
Israel había planeado atacar instalaciones nucleares iraníes tan pronto como el mes próximo, pero el presidente Donald Trump descartó el plan en las últimas semanas en favor de negociar un acuerdo con Teherán para limitar su programa nuclear, según funcionarios del gobierno y otras personas informadas de las conversaciones.
Trump tomó su decisión tras meses de debate interno sobre si seguir la vía diplomática o apoyar a Israel en su intento de frenar la capacidad de Irán de construir una bomba, en un momento en que los iraníes se han debilitado militar y económicamente.
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El debate subrayó las diferencias entre los funcionarios del gabinete estadounidense que históricamente han sido partidarios de recurrir a la fuerza y otros asistentes más escépticos respecto a que un ataque militar contra Irán pueda destruir las ambiciones nucleares del país y evitar una guerra mayor. El resultado fue un amplio consenso, por ahora, en contra de la acción militar, e Irán se mostró dispuesto a negociar.
Recientemente, los funcionarios israelíes habían desarrollado planes para atacar las instalaciones nucleares iraníes en mayo. Estaban dispuestos a llevarlos a cabo y, en ocasiones, mostraban optimismo ante la posibilidad de que Estados Unidos diera su visto bueno. El objetivo de las propuestas, según los funcionarios informados al respecto, era retrasar un año o más la capacidad de Teherán para desarrollar un arma nuclear.
Casi todos los planes habrían requerido la ayuda de Estados Unidos no solo para defender a Israel de las represalias iraníes, sino también para garantizar que un ataque israelí tuviera éxito, lo que convertía a Estados Unidos en una parte central del propio ataque.
Por ahora, Trump ha optado por la diplomacia en lugar de la acción militar. En su primer mandato, rompió el acuerdo nuclear con Irán negociado por el gobierno de Obama. Pero en su segundo mandato, deseoso de evitar verse inmerso en otra guerra en Medio Oriente, ha abierto negociaciones con Teherán, dándole un plazo de solo unos meses para negociar un acuerdo sobre su programa nuclear.
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A principios de este mes, Trump informó a Israel de su decisión de que Estados Unidos no apoyaría un ataque. Lo discutió con el primer ministro Benjamín Netanyahu cuando este visitó Washington la semana pasada, y aprovechó una reunión en el Despacho Oval para anunciar que Estados Unidos iniciaba conversaciones con Irán.
En una declaración brindada en hebreo tras la reunión, Netanyahu dijo que un acuerdo con Irán solo funcionaría si este permitía a los firmantes “entrar, volar las instalaciones, desmantelar todo el equipo, bajo supervisión estadounidense y con ejecución estadounidense”.
Este artículo se basa en conversaciones con múltiples funcionarios informados sobre los planes militares secretos de Israel y en conversaciones confidenciales dentro del gobierno de Trump. La mayoría de las personas entrevistadas hablaron bajo condición de anonimato para discutir la planificación militar.
Israel lleva mucho tiempo planeando atacar las instalaciones nucleares iraníes, ensayando bombardeos y calculando cuánto daño podría causar con o sin ayuda estadounidense.
Pero el apoyo dentro del gobierno israelí a un ataque creció después de que Irán sufriera una serie de reveses el año pasado.
En los ataques contra Israel de abril, la mayoría de los misiles balísticos iraníes fueron incapaces de penetrar las defensas estadounidenses e israelíes. Hizbulá, aliado clave de Irán, fue diezmado por una campaña militar israelí el año pasado. La posterior caída del gobierno del presidente Bashar al Asad en Siria eliminó a un aliado de Hizbulá y Teherán y cortó una ruta principal de contrabando de armas desde Irán.
Los sistemas de defensa antiaérea de Irán y Siria también fueron destruidos, junto con las instalaciones que Irán utiliza para fabricar combustible para misiles, lo que paralizó durante algún tiempo la capacidad del país para producir nuevos misiles.
Inicialmente, a instancias de Netanyahu, funcionarios israelíes de alto rango pusieron al día a sus homólogos estadounidenses sobre un plan que habría combinado una incursión de comandos israelíes en instalaciones nucleares subterráneas con una campaña de bombardeos, un esfuerzo en el que los israelíes esperaban que participaran aviones estadounidenses.
Pero los militares israelíes dijeron que la operación no estaría lista hasta octubre. Netanyahu quería que se llevara a cabo más rápidamente. Los funcionarios israelíes empezaron a cambiar a una propuesta de campaña de bombardeos ampliada que también habría requerido ayuda estadounidense, según funcionarios informados sobre el plan.
Al menos al principio, algunos funcionarios estadounidenses se mostraron más abiertos a considerar los planes israelíes. El general Michael E. Kurilla, jefe del Mando Central estadounidense, y Michael Waltz, asesor de seguridad nacional, hablaron de cómo Estados Unidos podría apoyar potencialmente un ataque israelí, si Trump respaldaba el plan, según funcionarios informados de las conversaciones.
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Al intensificar Estados Unidos su guerra contra los militantes hutíes de Yemen, apoyados por Irán, Kurilla, con el beneplácito de la Casa Blanca, comenzó a trasladar material militar a Medio Oriente. Un segundo portaviones, el Carl Vinson, se encuentra ahora en el mar Arábigo, uniéndose al portaviones Harry S. Truman en el mar Rojo.
Estados Unidos también trasladó a Medio Oriente dos baterías de misiles Patriot y un sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud, conocido como THAAD, por su sigla en inglés.
Alrededor de media decena de bombarderos B-2 capaces de transportar bombas de unos 13.600 kilogramos esenciales para destruir el programa nuclear subterráneo de Irán fueron enviados a Diego Garcia, una base insular en el océano Índico.
También se consideró la posibilidad de trasladar más aviones de combate a la región, potencialmente a una base en Israel.
Todo este material podría utilizarse para atacar a los hutíes, a quienes Estados Unidos lleva atacando desde el 15 de marzo para detener sus ataques contra buques de navegación en el mar Rojo. Pero funcionarios estadounidenses dijeron en privado que el armamento también formaba parte de la planificación de un posible apoyo a Israel en un conflicto con Irán.
Aunque Estados Unidos decidiera no autorizar a los aviones a participar en un ataque contra Irán, Israel sabría que los cazas estadounidenses estaban disponibles para defenderse de los ataques de un aliado iraní.
Había indicios de que Trump estaba receptivo al apoyo estadounidense a una acción militar israelí contra Irán. Desde hace tiempo, Estados Unidos acusa a Irán de proporcionar armas e inteligencia a los hutíes y de ejercer al menos cierto grado de control sobre el grupo. El 17 de marzo, cuando Trump advirtió a los hutíes de Yemen que pusieran fin a sus ataques, también llamó la atención sobre Irán, afirmando que controlaba a los hutíes.
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“Cada disparo efectuado por los hutíes será considerado, a partir de este momento, como un disparo efectuado desde las armas y el liderazgo de IRÁN”, escribió Trump en una publicación en las redes sociales, y añadió: “¡IRÁN será considerado responsable y sufrirá las consecuencias, y esas consecuencias serán nefastas!”.
Había muchas razones por las que los funcionarios israelíes esperaban que Trump adoptara una línea agresiva respecto a Irán. En 2020, ordenó el asesinato del general Qassim Suleimani, comandante de la unidad militar de élite de Irán. E Irán trató de contratar a sicarios para asesinar a Trump durante la campaña presidencial del año pasado, según una acusación formal del Departamento de Justicia.
Pero dentro del gobierno de Trump, algunos funcionarios empezaban a mostrarse escépticos ante el plan israelí.
En una reunión celebrada este mes —una de varias discusiones sobre el plan israelí—, Tulsi Gabbard, directora de Inteligencia Nacional, presentó una nueva evaluación de los servicios de inteligencia que decía que la acumulación de armamento estadounidense podría desencadenar un conflicto más amplio con Irán que Estados Unidos no deseaba.
Diversos funcionarios se hicieron eco de las preocupaciones de Gabbard en las distintas reuniones. Susie Wiles, jefa de gabinete de la Casa Blanca; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; y el vicepresidente, JD Vance, expresaron sus dudas sobre el ataque.
Incluso Waltz, con frecuencia una de las voces más partidarias de usar la fuerza sobre Irán, se mostró escéptico respecto a que el plan de Israel pudiera tener éxito sin una ayuda estadounidense sustancial
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Las reuniones recientes se produjeron poco después de que los iraníes dijeran que estaban abiertos a conversaciones indirectas, es decir, a contactos a través de un intermediario. En marzo, Trump había enviado una carta en la que ofrecía mantener conversaciones directas con Irán, una propuesta que el ayatolá Alí Jamenei, el líder supremo, pareció rechazar. Sin embargo, el 28 de marzo, un funcionario iraní de alto rango envió una carta en la que se mostraba dispuesto a entablar conversaciones indirectas.
Todavía existe un importante debate en el equipo de Trump sobre qué tipo de acuerdo con Irán sería aceptable. El gobierno de Trump ha enviado señales contradictorias sobre el tipo de acuerdo que desea y sobre las consecuencias que tendría para Irán no llegar a un acuerdo.
En una discusión, Vance, con el apoyo de otros, argumentó que Trump tenía una oportunidad única de llegar a un acuerdo.
Si las conversaciones fracasaban, entonces Trump podría apoyar un ataque israelí, dijo Vance, según funcionarios de su gobierno.
Durante una visita a Israel a principios de este mes, Kurilla dijo a funcionarios de ese país que la Casa Blanca quería dejar en suspenso el plan de atacar la instalación nuclear.
Netanyahu llamó a Trump el 3 de abril. Según funcionarios israelíes, Trump le dijo a Netanyahu que no quería hablar por teléfono de los planes para Irán. Pero invitó a Netanyahu a acudir a la Casa Blanca.
Netanyahu llegó a Washington el 7 de abril. Aunque el viaje se presentó como una oportunidad para que Netanyahu argumentara en contra de los aranceles de Trump, la discusión más importante para los israelíes era su plan de ataque a Irán.
Pero mientras Netanyahu aún estaba en la Casa Blanca, Trump anunció públicamente las conversaciones con Irán.
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En conversaciones privadas, Trump le dejó claro a Netanyahu que no prestaría apoyo estadounidense a un ataque israelí en mayo mientras se desarrollaran las negociaciones, según funcionarios informados de las conversaciones.
Al día siguiente, Trump sugirió que un ataque militar israelí contra Irán seguía siendo una opción. “Si hace falta un ataque militar, lo haremos”, dijo Trump. “Israel será, obviamente, el líder de eso”.
Tras la visita de Netanyahu, Trump le encargó a John Ratcliffe, director de la CIA, que viajara a Jerusalén. El miércoles pasado, Ratcliffe se reunió con Netanyahu y David Barnea, jefe del Mosad, la agencia de espionaje, para discutir diversas opciones para hacer frente a Irán.
Además de las conversaciones y los ataques, se discutieron otras opciones, incluidas operaciones encubiertas israelíes llevadas a cabo con apoyo estadounidense y una aplicación más agresiva de las sanciones, según una persona informada de la visita de Ratcliffe.
Brian Hughes, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, dijo que “todo el equipo de liderazgo de seguridad nacional” del gobierno estaba comprometido con la política de Trump respecto a Irán y con los esfuerzos “para garantizar la paz y la estabilidad en Medio Oriente”.
“El presidente Trump ha sido claro: Irán no puede tener un arma nuclear, y todas las opciones siguen sobre la mesa”, dijo Hughes. “El presidente ha autorizado conversaciones directas e indirectas con Irán para dejar claro este punto. Pero también ha dejado claro que esto no puede continuar indefinidamente”.
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La Casa Blanca y la CIA no respondieron a las solicitudes de comentarios. La Oficina de la Directora de Inteligencia Nacional remitió las preguntas al Consejo de Seguridad Nacional. El Departamento de Defensa declinó hacer comentarios. La oficina de Netanyahu y las Fuerzas de Defensa de Israel tampoco quisieron dar declaraciones.
Tras la publicación inicial de este artículo el miércoles, la oficina de Netanyahu emitió un comunicado en el que destacaba sus programas abiertos y encubiertos destinados a retrasar el programa nuclear iraní.
“Estas acciones han retrasado el programa nuclear iraní aproximadamente una década, gracias a la persistencia del primer ministro Netanyahu, quien ha resistido una gran oposición, tanto en su país como en el extranjero, a su enérgica política hacia Irán”, decía el comunicado. “Como el primer ministro ha dejado claro en más de una ocasión: Israel no permitirá que Irán obtenga armas nucleares”.
Al presionar a Trump para que se uniera a un ataque, Netanyahu estaba reproduciendo un debate que ha mantenido con presidentes estadounidenses durante casi dos décadas.
Bloqueado por sus homólogos estadounidenses, Netanyahu se ha centrado en cambio en operaciones encubiertas de sabotaje contra instalaciones concretas y en asesinatos de científicos nucleares iraníes. Aunque esos esfuerzos pueden haber desacelerado el programa, este está ahora más cerca que nunca de poder producir seis o más armas nucleares en cuestión de meses o un año.
Los funcionarios estadounidenses llevan mucho tiempo diciendo que Israel, actuando solo, no podría causar un daño suficientemente significativo a las instalaciones nucleares iraníes solo con una campaña de bombardeos. Israel lleva mucho tiempo buscando la bomba convencional más grande de Estados Unidos: un destructor de búnkeres de unos 13.600 kilogramos, que podría causar daños significativos a los emplazamientos nucleares iraníes clave situados bajo las montañas.
Israel consideró varias opciones para el ataque de mayo, muchas de las cuales discutió con funcionarios estadounidenses.
Inicialmente, Netanyahu presionó a favor de una opción que habría combinado ataques aéreos con incursiones de comandos. El plan habría sido una versión mucho más ambiciosa de una operación que Israel llevó a cabo el pasado septiembre, cuando fuerzas israelíes volaron en helicóptero hasta Siria para destruir un búnker subterráneo utilizado para construir misiles para Hizbulá.
En aquella operación, Israel utilizó ataques aéreos para derribar puestos de vigilancia y emplazamientos de defensa antiaérea. A continuación, los comandos descendieron a ras de suelo. Los equipos de combatientes, armados con explosivos y armas ligeras, se infiltraron en la instalación subterránea y colocaron explosivos para destruir el equipo clave para fabricar el armamento.
Pero a los funcionarios estadounidenses les preocupaba que los comandos solo pudieran destruir algunas de las instalaciones clave de Irán. El uranio más altamente enriquecido de Irán, próximo a la calidad de bomba, está oculto por todo el país en varios emplazamientos.
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Para tener éxito, las autoridades israelíes querían que los aviones estadounidenses llevaran a cabo los ataques aéreos, protegiendo a los equipos de comandos sobre el terreno.
Pero, incluso si Estados Unidos colaborara, los mandos militares israelíes dijeron que se tardarían meses en planificar una operación de ese tipo. Eso implicaba problemas. Dado que se esperaba que Kurilla finalizara su misión en los próximos meses, los oficiales israelíes y estadounidenses querían desarrollar un plan que pudiera llevarse a cabo mientras este siguiera al mando.
Y Netanyahu quería actuar con rapidez.
Tras el descarte de la idea del comando, funcionarios israelíes y estadounidenses empezaron a discutir un plan para una amplia campaña de bombardeos que habría empezado a principios de mayo y durado más de una semana. Un ataque israelí el año pasado ya había destruido los sistemas de defensa antiaérea S-300 de fabricación rusa de Irán. La campaña de bombardeos habría tenido que comenzar con el ataque a los sistemas de defensa aérea restantes, lo que habría permitido a los cazas israelíes tener un camino más despejado para golpear los emplazamientos nucleares.
Cualquier ataque israelí contra las instalaciones nucleares provocaría una nueva andanada de misiles iraníes contra Israel que requeriría ayuda estadounidense para ser rechazada.
Altos cargos iraníes, desde el presidente hasta el jefe de las fuerzas armadas y el ministro de Asuntos Exteriores, han dicho que Irán se defendería si fuera atacado por Israel o Estados Unidos.
El general de brigada Mohammad Bagheri, jefe de las fuerzas armadas iraníes, dijo en un discurso pronunciado el 6 de abril que Irán no quería la guerra y deseaba resolver el enfrentamiento con Estados Unidos mediante la diplomacia. Pero advirtió: “Nuestra respuesta a cualquier ataque contra la soberanía de la República Islámica será contundente y tendrá consecuencias”.
Farnaz Fassihi colaboró con reportería desde Nueva York, y David E. Sanger desde Washington.