Yul Brynner, una de las leyendas más enigmáticas de Hollywood, albergaba un profundo resentimiento hacia uno de sus coprotagonistas más destacados, Steve McQueen. Durante el rodaje de “Los siete magníficos”, la tensión entre ambos alcanzó niveles insospechados, convirtiendo el set en un campo de batalla emocional. McQueen, en ascenso y con un carisma imbatible, no dudó en eclipsar a Brynner, quien ya era una estrella consagrada gracias a su icónico papel en “El rey y yo”.
Los constantes intentos de McQueen por robar la atención de Brynner, desde jugar con su sombrero hasta desviar la mirada durante las escenas clave, desataron la furia del actor. La situación se tornó insostenible, y un día, Brynner, furioso, confrontó a McQueen en medio del set, dejando a todos en un silencio helado. Esta rivalidad no solo amenazó la producción de la película, sino que se convirtió en parte de su leyenda.
A medida que las tensiones aumentaban, Brynner exigía más tiempo en pantalla y más primeros planos, lo que irritaba al resto del elenco y al director, quien se mostró cada vez más frustrado por las constantes disputas. La atmósfera en el set era de una cuerda floja, donde cualquier día podía estallar otro conflicto.
El desenlace de esta rivalidad fue tan dramático como la propia historia del filme. A pesar de la tensión, ambos actores lograron completar la película, pero el eco de su enemistad resonó durante años. Hoy, más que un simple relato de rivalidad, la historia de Brynner y McQueen nos recuerda que, incluso en el mundo del espectáculo, las luchas de poder pueden eclipsar el arte mismo. La historia de Brynner, marcada por su lucha interna y su búsqueda de reconocimiento, sigue fascinando y revelando la complejidad detrás de la imagen de un ícono.