Colombia da un giro histórico en su política exterior al unirse al bloque BRICS, un movimiento que podría redefinir su posición en el escenario global. Esta decisión, aprobada por el presidente ruso Vladimir Putin, se produce en medio de crecientes tensiones diplomáticas con Estados Unidos, donde el ex presidente Donald Trump ha impuesto aranceles del 25% a las exportaciones colombianas, amenazando con aumentarlos al 50%. Ante esta adversidad, el presidente Gustavo Petro ha intensificado sus esfuerzos para fortalecer lazos con economías emergentes, destacando su interés en BRICS en una reciente publicación que ha resonado a nivel mundial.
La inclusión de Colombia en este poderoso grupo, que ya incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, representa una oportunidad crucial para diversificar sus relaciones comerciales y reducir la dependencia de un solo socio, Estados Unidos, que ha sido responsable de aproximadamente el 25% de las exportaciones colombianas en la última década. Este cambio no solo busca mitigar el impacto de los aranceles, sino también abrir nuevas puertas en sectores estratégicos como tecnología, infraestructura y energía.
La tensión entre Colombia y Estados Unidos escaló tras el rechazo de Petro a un vuelo de deportados desde EE. UU., lo que provocó una rápida serie de sanciones y un deterioro de las relaciones bilaterales. En respuesta, Petro ha desafiado abiertamente a Trump, afirmando que Colombia también impondría medidas similares si se incrementaban los aranceles. Este contexto de confrontación ha acelerado la urgencia de Colombia por integrarse a BRICS, un bloque que representa más de 3,000 millones de personas y un PIB conjunto de más de 20 billones de dólares.
El camino hacia la integración no será fácil, pero la determinación del gobierno colombiano de diversificar sus alianzas estratégicas podría sentar un precedente en la región, impulsando una mayor cooperación entre países del sur global. La adhesión de Colombia a BRICS no solo es una estrategia económica, sino también un paso hacia una América Latina más autónoma y unida, marcando el inicio de una nueva era en la política y economía de la región.