Un crimen atroz ha sacudido a Sinaloa, México, tras el asesinato de Anel Baez, una joven de 16 años, a manos de su mejor amiga, Erandy Gutiérrez. La tragedia ocurrió el 19 de marzo de 2014, cuando Anel fue apuñalada en su propia casa, recibiendo 65 heridas mortales. La noticia ha conmocionado a la comunidad y ha generado indignación a nivel nacional.

La relación entre Anel y Erandy, que comenzó como una amistad sólida, se tornó oscura a medida que la tensión crecía. Publicaciones perturbadoras en las redes sociales de Erandy, que insinuaban amenazas, fueron ignoradas hasta que fue demasiado tarde. La policía, al llegar a la escena del crimen, encontró a Anel sin vida y sin signos de robo, lo que llevó a los investigadores a sospechar que conocía a su atacante.

Los detalles del crimen son escalofriantes: Erandy, tras comprar helados, entró a la casa de Anel, donde supuestamente discutieron antes de que ella la atacara con un arma punzo cortante. Erandy fue arrestada en el velorio de Anel, donde su comportamiento sospechoso no pasó desapercibido. Durante el interrogatorio, confesó el crimen, alegando celos y resentimiento como motivos.

A pesar de la gravedad del delito, Erandy, al ser menor de edad, fue condenada a solo siete años de internamiento, una sentencia que ha desatado protestas y demandas de justicia en la comunidad. Posteriormente, su condena fue reducida a tres años y medio, lo que ha generado un sentimiento de impunidad y dolor en la familia de Anel.

Este trágico suceso no solo pone de manifiesto la violencia entre adolescentes, sino que también plantea preguntas cruciales sobre la justicia juvenil y el papel de la familia en la prevención de tales tragedias. La historia de Anel Baez se convierte en un recordatorio desgarrador de la traición y la violencia que puede surgir en las relaciones más cercanas.