México ha tomado el control del G7, marcando un hito sin precedentes en la historia diplomática del país. La presidenta Claudia Shainbaum, con firmeza y convicción, ha emergido como una figura clave en la cumbre celebrada en Calgary, desafiando las expectativas y dejando claro que México no es un mero espectador en el escenario global. A su llegada, fue recibida con vítores y lágrimas de orgullo por parte de migrantes mexicanos, simbolizando un nuevo despertar nacional.
En un contexto marcado por la ausencia del presidente estadounidense Donald Trump, quien se retiró ante la escalada del conflicto entre Israel e Irán, Shainbaum no se amedrentó. En lugar de una reunión bilateral, ambos líderes sostuvieron una llamada telefónica, donde se acordó colaborar, pero el mensaje fue inequívoco: México se erige como un actor independiente y relevante en la política internacional.
Durante su intervención en el G7, Shainbaum abogó por la paz global y la cooperación multilateral, posicionando a México como una nación que no solo exige su lugar, sino que propone soluciones concretas ante el caos internacional. Su agenda incluyó encuentros significativos con líderes de Europa y Asia, consolidando alianzas estratégicas que apuntan hacia una nueva arquitectura global.
El primer ministro de India, Narendra Modi, y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, fueron testigos del liderazgo de Shainbaum, quien dejó claro que México es un socio clave en un mundo multipolar. La integración de México al grupo BRICS, anunciada durante la cumbre de Río de Janeiro, abre nuevas oportunidades económicas y políticas, consolidando su papel como una potencia emergente.
Este no es solo un momento histórico; es el comienzo de una nueva era para México, donde ya no se pide permiso para opinar, sino que se toma el micrófono para liderar. Mientras el mundo observa, México se levanta con dignidad y determinación, listo para construir su futuro desde el presente.